lunes, 26 de julio de 2010


Las personas hablamos con frecuencia de lo que nos gusta, nos atrae o nos hace felices; sin embargo, somos reacias a hablar de lo que nos a miedo, odiamos o simplemente no nos agrada. En cierto modo es una manera de no demostrar que somos humanos, y la otra parte de la verdad es que nos da demasiado miedo hablar de esas cosas, nos asusta y nos hace sentirnos débiles.
Es fácil hablar con alguien al que pretendes gustarle de cosas que te gustan, pero hablarle de tus miedos es darle la llave para que disponga de tí y de tus peores sentimientos. Por eso en las relaciones no se da una lista de cosas que te gustan y cosas que odias, simplemente dejas que la otra persona descubra por sí misma tus miedos.

No me gusta que el viento me despeine, no me gustan las películas de humor absurdo, odio las mentira, odio los cumplidos y odio que se anden por las ramas. Tengo miedo de la soledad, de la tristeza y del compromiso; me enferma la multitud, el silencio total y la música en la que no entiendes nada.
Odio la gente que dice te quiero facilmente, la que miente y la que se aferra a sus ideales por encima de los de cualquiera. No quiero que me abracen porque lo pido, que se queden conmigo por pena o que intenten ser buenos conmigo para quedar bien.
Me saca de quicio el tic-tac de los relojes cuando intento dormirme, el calor de las noches de verano cuando se te pegan las sábanas y también la gente que juzga sin saber.
Odio las abreviaturas, el pitido que hacen los móviles cuando se quedan sin bateria y también que me hagan esperar.
No quiero dormir nunca con el cuello destapado, sin mis cinco cojines en la cama o sin el movil al lado. Y me da miedo la oscuridad y los espacios con recobecos.

1 comentario:

L dijo...

Facilmente, somos iguales.