martes, 28 de junio de 2011

A veces todavía la pienso, con su dulzura muda y su belleza cortante y directa, siendo una con el mundo, rollo madre tierra pero bastante más hardcore; de ideas holgadas y siempre colgada de muchos planes. La recuerdo tirada en el suelo, entre papeles, intentando ordenar su mundo metiendo ideas en archivadores y quejándose porque ella vive bien en ese caos. También cuando intentaba recordar algo y veías en su mirada como desordenaba los papeles, y a veces, hasta los perdía. E intentar entenderla, entender ese caos interno en el que vivía, era como buscar en los papeles de otro sin tener idea de qué es lo que buscas.


Recuerdo el tiempo en el que la inocencia le crecía en las mejillas cuando me miraba sin saber bien que decir, y al final sólo eramos dos bobos diciendo tonterias. Luego creció, comenzó a agobiarse en nuestro mundo, a poner excusas para salir a ratos, comenzó a pensar muy alto y a gritar más fuerte sin venir a cuento...luego volvía poniendo pucheros como una niña que sabe que lo ha hecho mal; y yo, tonto de mi y enamorado hasta las trancas, la aceptaba de nuevo en un mundo que sin ella no era nada. Sabía que me tenía pillado por los huevos, que sus susurros eran la música que amansaba mis fieras, que cuando me desgarraba por dentro bastaba una de sus miradas a los ojos para que todo valiera la pena, todo.

Aún así se fue, entre excusas y mentiras, creció y se volvió otra que no era la que yo quería; y yo fui otro con ella, celoso de sus miradas obscenas y sus sonrisas de ángulos rectos, de su contoneo exacerbado y de esa fiera que se la comió por dentro poco a poco. Y no la quise más, porque no era ella, porque no era la mía, porque no la quería así, de esa manera atormentada y romántica, como una princesa autodestruyéndose, mi princesa.

Me echó muchas veces en cara, incluso después de todo, que era yo el que la presionaba, que no la dejaba ser ella, pero era ella que no quería decirle que no a nada, era la que lo quería todo porque no tenía idea de qué quería. Era ella, sin duda, que no se dejaba libre porque se creía presa, porque no sabía que era yo el que estiraba sus alas a ver si volaba de una puta vez como el día que me enamoré de ella.

Y ahora se busca, embriagada de probarlo todo porque no sabe que lo que ella es lo tiene dentro, que no hace falta que se busque, que ella es...hasta yo sé que no está perdida, hasta yo veo esperanza cuando la leo contándome que quiere ser muchas cosas, ella y sus planes, y que quizás luego puede que se plantee poner aquella voz de nuevo.

Cuando pregunta si la amo todavía le contesto que no, pero ella no sabe que es porque no es la que es, porque a mi me gustaba libre y pura, con sus berrinches tontos, cuando se tumbaba y lloraba para que la ayudara, cuando admitía que necesitaba ayuda porque ella sola no podía con el mundo, me gustaba cuando me miraba y movía los ojos nerviosos, cuando me besaba en los labios con tacto tanteando el terreno, cuando...si, cuando se desnudaba y a susurros lentos sacaba lo peor de mi, cuando quería que le hiciera el amor, si, pero sacando los demonios a fuera y dejando las caricias para rescatarla luego de ese demonio que llevaba dentro y que se llamaba pasión, de ese fuego que le quemaba a veces y no la dejaba tranquila. Y entonces recuerdo que era dos personas, la buena y la mala, la santa y la puta, la que me quería y la que no era capaz de querer a nadie.

Reconozco que me sentí perdido, que nunca la entendí, pero es que jamás me contó quién era...me dijo la fecha de su cumpleaños, me contó muchas cosas, pero nunca me dijo quien era en realidad. Años después llamó un domingo por la mañana con la excusa de tomar un café y dejó que viera todas esas cosas de las que tenía miedo, no sólo un poco, si no angustia, vergüenza, terror. Ese día, después de dejarme con la boca abierta, de hacer que de alguna manera aunque no la justificara si la entendiera, hicimos el amor y ambos tuvimos el primer orgasmo de nuestra vida, juntos, como uno, porque era uno de esos momentos que si no eran con ella no serían tan únicos, porque era ella, siempre va a ser ella; no la que todos ven,si no la que ella me mostró a intervalos cuando estuvimos juntos y aquel domingo que se dejó hasta la piel en casa y toque su carne. Y aunque me fui, aunque toda mi vida la pasé con otra, tranquila y dulce, sin tantos contrastes, de sexo relajado y suave, aunque todo lo que hice lo hice sin ella, aunque ya de nada sirva recordarla, siempre será ella, con su dulzura muda y su belleza cortante y directa.

Y claro que la amo, quien no la amaría, quien no besaría sus labios sintiendose el más afortunado del mundo, dejando que te tire del brazo con sus sonrísas de viernes y sus palabras mimosas, y sus ojos oscuros y profundos, y su siempre que nunca creí pero que a veces hasta pienso que es verdad, que me ama, que me busca en las nubes, en la esquina de siempre, en las rosas rojas, en los amaneceres atolondrados, en las estrellas de una noche estrellada y en la arena de esa playa donde imagino que todavía me piensa sentada esperando que suba la marea y se lleve mis caricias lejos.





Demasiada imaginación y mucho tiempo sin escribir hacen que me patine hasta la literatura y me caiga de culo en la misma piedra de siempre.

5 comentarios:

Lucía S.M. dijo...

simplemente... sin palabras, increíble! Un beso :)

Limon dijo...

"Y claro que la amo, quien no la amaría..."
me encanto el texto, es...genial no se...escribes que da gusto leer.
Sigue asi;)
un beso!

Jêv. dijo...

me encanta cuando dices su sonrisa de viernes (:

Mònica C. Vidal dijo...

has echo... has descrito.. lo has dicho todo.

{Desde el circulo polar ...} dijo...

MAESTRA! AME EL TEXTO!