viernes, 9 de agosto de 2013

Olivia, normalmente con su sonrisa de uno más uno (fácil, para quien nunca la haya visto), se haya sumergida en su vaso de whisky solo como si realmente pudiera ahogar algo más que sus penas en él.

Yo sabía que todo había ocurrido en el último año y medio, y aunque ella siempre había parecido fuerte aquel chico cambió todo con su voz rota y ronca. Por eso yo le tenía tanto asco y hasta un poco de envidia, porque él había hecho que se volviera a desnudar de piel para dentro ante alguien, no con palabras pero si de corazón, y lo sé porque yo la ví luchando cuando todo ya se había ido a la mierda.

Desde el principio todo estaba condenado ya al fracaso, pero por alguna razón ninguno de los dos quería verlo. Fueron desde el principio dos barcos a la deriva, y ya sabéis qué pasa con los barcos a la deriva, que escoran y se rompen.
Eso fue lo que pasó, que se rompió, pero en aquel momento ella estaba tan profundamente enamorada de él que no notó que él no. Así que siguió destrozándose entre las olas y la arena, haciendo astillas su corazón.

Entonces llegué yo, supongo que el pescador de la historia y la vi escorada en la arena e intenté recomponerla, volver a hacer que brillara como hace tiempo no lo hacía. Creo que a ratos lo conseguí, pero tiene una manera de amar tan terca que a veces se acerca peligrosamente a la arena, como intentando escorar de nuevo.

Extendí mi brazo y cogí su mano; Olivia sacó la mirada de su copa, levantó los ojos y me susurró "te quiero". Entonces fue cuando supe que una vez más la había salvado de estrellarse contra la arena.


2 comentarios:

Noelia dijo...

I-N-C-R-E-Í-B-L-E sin ninguna duda es un texto precioso, pero sobretodo transmite, y eso es impagable para cualquier lector ;)

Unknown dijo...

Aii muchas gracias por añadirme a tu lista de blogs, que ilusion!! besazos