sábado, 6 de febrero de 2010

peqeña...



Esta es la historia de mi y de ella, de ambas, a veces una, a veces dos, tan iguales y diferentes.
Entonces me doy la vuelta y me quedo quieta, detrás de mí está la niña pequeña que fui...me agacho hasta ponerme a su altura, extiendo los brazos y la cojo fuerte mientras me incorporo. La abrazo y la mantengo en mi regazo. La miro y veo que ambas estamos llorando.
Le seco las lagrimas de la mejilla, le digo que la quiero, que todo va a ser muy dificil, que le va a costar mucho llegar a donde estoy yo, que va a haber vaches, que va a llorar muchas veces, pero que también va a tener ayuda y va a haber cosas buenas. Le digo que va a hacer cosas mal, que no importa, que todo va a servir para algo. Tambien le digo que va a aprender muchísimas cosas, que algún día será una persona que se sienta a destiempo con el resto, que no intente ser como los demás...ella es diferente y por eso es tan preciosa. Ella sonríe y asiente. Nos abrazamos, nos quedamos así un largo rato, sintiendonos como una, sin pensar en nada.

Entonces ella se estira y yo la dejo en el suelo. Me mira divertida, oigo su voz, mi voz y los ojos se me empañan de lagrimas. La cojo de la mano y seguimos caminando, juntas, hoy como una, como esa niña pequeña.


Hoy...hoy la necesitaba, necesitaba su inocencia, abrazarla fuerte y llorar desconsoladamente y con fuerza.

1 comentario:

L dijo...

Sencillamente precioso.
Aunque mucha gente considere que la inocencia se pierde siempre nos queda algo de ella, aunque sea solo en los recuerdos.