Hablemos del mundo en el que vivimos, ese mundo que ha perdido el rumbo y cuya esencia ha sido alterada.
Este mundo, carente ya de todo significado, se convierte pues en ese mar de lagrimas de los libros de la época clásica.

En este mundo, hecho para sufrir, como purgatorio de nuestros pecados, del mal que habita en nuestra alma, vivimos nosotros.
¿Quienes somos nosotros? Somos seres caprichosos, exclavos de nuestros deseos, de nuestras aspiraciones, seres absurdos que malgastan su tiempo intentanod acumular bienes materiales con el único y absurdo fin de alcanzar la felicidad, o por lo menos el utópico ideal de felicidad que nosotros mismos hemos establecido y al cual jamás podemos llegar.
Así pues, ser feliz, alcanzar la felicidad se convierte en una carrera a contrareloj contra el tiempo y las leyes físicas, persiguiendo un sueño que siempre nos lleva ventaja.

Sin embargo, a veces podemos sentir que rozamos esa felicidad durante unos segundos, que el mar de lagrimas, la esencia y sin sentido de este mundo loco cobran, durante ese momento, el más bello, maravilloso y emocionante sentido que pueda existir. Pero todo lo que sube, en este mundo de gravedad nueve coma ocho, baja y te golpea con fuerza.
Así que un segundo puedes encontrarte cuatro metros por encima del suelo y al segundo siguiente caes en picado hacia el más oscuro y agónico mundo; el de los sueños rotos, promisas incumplidas, perdidas o inacabadas.

Entonces..cuál es realmente la esencia del mundo, de nuestro existir?¿Dónde está?¿A dónde va?

La esencia siempre es el amor, eso que nos encuentra sin querer y nos enseña durante unos segundos el verdadero y único sentido de la vida.

Vive para amar, pero jamás ames para vivir.