Hoy que casi ni tengo tiempo, por no decir que existir está resultando duro a poco menos de un mes para terminar el año, supongo que necesito escribir algo, lo que sea, pero algo; porque de tanto no hacerlo ya ni recuerdo que más tengo dentro además de costillas y un par de tejidos gastados.
Han cambiado las reglas, o simplemente las he roto todas, en realidad lo único que sé es que no me he dado cuenta, porque no ha sido como subirme a la mesa de un pub de mala muerte con dos botellas de whisky por sangre y acabar gritando afónica canciones de las que nunca me sé la letra. En fin, que todas las reglas a la mierda y todavía la tinta en el tintero, sin dejar que corran los ríos de negro sobre su espalda, o la mía, o sobre un lienzo que merezca de veras la pena, aunque sea pequeñito y no de más que para un par de garabatos.
Decir que me gustaría mucho no hacer esto, me refiero, a llorar letras y no lágrimas como el resto; supongo que decir que soy diferente sólo es decir que creo que soy distinta al resto, pero eso no sé si me convierte en alguien mejor.
Tampoco es  que pueda quejarme mucho, pero es que estoy inconforme porque no me encuentro a mi misma y no sé dónde me perdí la pista, y lo peor, cuándo perdí las ganas.
Supongo que podría abrir mi alma aquí, con palabras, pero es que siempre me dio miedo ser demasiado distinta, o no entenderme bien en alto, o quizás, tener todo claro de pronto y tener que abandonar cosas a las que todavía me aferro, y a las que me gustaría seguir aferrándome.
Quizás pueda soltar algo sin herirme demasiado, cómo eso de que llevo un nombre a las espaldas que pesa más que una vida o que hay días en que hasta yo me muevo por excusas.
Quizás pueda gritar, ahora que tengo más sueño que ganas, que se me atragantan los días veintiuno como si fueran espinas, y se me quedan en la garganta aguantando las ganas de llorar porque aunque el amor es para siempre, ya no estás aquí conmigo.