viernes, 4 de octubre de 2013



Olivia había nacido en una ciudad costera y gris, había crecido con aquella brisa salada tejiendo canciones entre su pelo y contaban algunos que a menudo volaba entre todos como un ave marina más. Y es que da igual lo que digais de que las personas no vuelan, porque yo también creía eso hasta que un sábado me sonrió dos veces y me hizo sentir como si no pesara nada.
Supongo que por eso me reía tanto el día que la rescaté justo en la orilla del mar, porque el bañador se le caía y unas olas minúsculas hacían con ella lo que querían. Ella también se reía cuando la cogí del brazo, la llevé colgando hasta la arena seca y luego la dejé caer y sonó a pajarillo espachurrado.
Tenía dieciocho años pero se me olvidó el día que la invité a tomar algo y me miro directa a los ojos y me dijo "No tengo tiempo para tonterias, si sólo quieres sexo hay muchas tías en esta ciudad. Si quieres algo más a veces tengo tiempo", y yo sólo pude sonreír ante tanta determinación.
Y mucho más tocado me dejó cuando la primera vez que quedamos yo le pregunté si me besaba y ella me dijo que los besos que merecen la pena nunca se piden, tan tocado que al día siguiente era San Valentín y yo le grité desde la ventanilla que fuera a cenar conmigo. Y creo que me enamoré cuando ella dijo a gritos mientras entraba en clase "Vale, pero sólo si no es una cita, hay comida rápida y cada uno paga lo suyo".



5 comentarios:

Paloma dijo...

Ü, me encanta, simplemente me encanta. Es de esas historias de amor especiales, que no son como las demás. Y por eso, son perfectas.
Un beso enorme

paula dijo...

Es muy bonito. Eres una artista.

tayler durden dijo...

precioso, preciosa.

SMSC dijo...

¿Por qué escribes tan bonito siempre?
Me encanta leerte, y me encantaría poder ponerme en contacto contigo :)

Noelia dijo...

Y es que solo aquellas personas que saben lo que quieren, o al menos lo que no, terminan chocando, incluso sin querer, con su felicidad ;)