lunes, 17 de noviembre de 2014


Cosas de la vida que nos conociéramos dos veces, de la primera no me acuerdo y esta última me está costando olvidarle.
La culpa, si tenemos que echársela a algo, la tiene toda aquel vestido rojo del que se que se acuerda.
Con él, el cariño se convirtió en topónimo y sustantivo en un sólo beso, y bailando nos bailaron hasta  las dudas de si besarnos la boca aquel día que lo conocí por primera vez y él ya llevaba una de ventaja.
Luego hubo fuegos artificiales, cenas y sidra y yo no supe sentirme rara cuando él me agarró la mano.
Durante un tiempo tuvimos verbos y besos en las mismas proporciones y no quisimos hablar de futuros ni de pasados imperfectos viviendo el único tiempo que era nuestro, el presente.
Tiene unos ojos, no se si marrones no se si verdes, que dan un nuevo significado a la palabra sonreír. No es que su boca tenga algo que envidiarles, es que hacen que nos olvidemos por un instante de todo para sumergirnos en las arrugas que se le forman alrededor, porque hasta las arrugas saben que los suyos son los más bonitos.
También, y hay que hacer hincapié en ello, tiene un hombro que siempre le falla en los peores momentos y al que en vez de tiritas hay que ponerle besos, tantos que el día que lo joda del todo van a quedarse muchas bocas vacías y van a echar de menos que se queje de lo duras que son todas las camas, aunque siempre vuelva.
Tiene, cuando lo saco de quicio, una boca fruncida con la que me gustaría que me vistiera cada sábado y bailarle el agua a sus pocos vicios, esos por los que a todas nos gustaría ser pitillo para que nos abrazasen así sus labios y nos necesitará en sus días más estresantes.
Una noche, después de muchas copas entre los suyos y conducir coches de choque, pasó que los que chocamos fuimos nosotros y nacieron sonrisas, complicidad y ganas. Hubo hechos sin palabras y palabras con miradas porque nos íbamos los dos juntos, pero sin movernos. Es de la única manera en la que deseo verlo jodido, cuando está en mi cama.
Luego me contó de sus cicatrices y sólo pude celebrar cada carcajada como si fuera un puto día festivo en la semana más agobiante del año; ojalá se diera cuenta de que él es el fuerte y me hiciese una armadura de besos.
Quizás hubo demasiadas preguntas inquisitivas aquel otro día que sólo podía repetir monosílabos y yo buscaba frases con verbos, o puede que simplemente hay cosas que tienen que terminar antes de empezar para que siempre sean bonitas. El caso es que hubo comparativos y a mi me colgó el superlativo de superioridad en eso de querernos y acabé perdiéndole a él y esa sonrisa que sigue esperando que escampe porque ya ha llovido demasiado. Le dejé una taza de desayuno para que sus únicos desvelos fueran culpa del café y unas gominolas que le hicieran un poco más dulce la vida.
Con él aprendí que a veces las mejores personas son las más difíciles, aquellas que piensan que tras su coraza sólo hay negro cuando la realidad es que una risa suya hace que nos salgan sonrisas a todos.
Dice que está roto, que no quiere que nadie se acerque y yo sólo puedo pensar en todo el derecho que tiene a sentirse cómo le de la gana porque aún no ha llegado la tía que lo pegue con superglue del extrafuerte y lo haga sentir completo de nuevo.




Gracias al chico que sonríe con los ojos este año hemos tenido verano hasta noviembre, y  ahora que empieza otra vez el frío los días se han vuelto cortos para no echarlo tanto de menos. Se que muchos lo llamarán invierno u otoño, pero no tienen ni puta idea.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No se quién puede ser ese chico pero me parece que te hizo feliz por momentos pero parece ser una buena persona.
Nunca vi a una persona sonreír con los ojos para que durará el verano hasta noviembre pero debe de tener una gran sonrisa.
La historia es realmente bonita

Noelia dijo...

¿Y una tras leer semejante historia relatada de una manera tan sincera, bella y real que es lo que puede decir?A mi realmente solo me sale decirte, que eres increíble y realmente afortunada, a pesar de todo o gracias a ello, ya que has vivido algo maravillosos, has sabido apreciarlo como debía y seguir cuando había que hacerlo. Una admiración por ti