jueves, 9 de diciembre de 2010


Desde la primera vez que te vi supe que quería enredar tus piernas con las mías cada noche. Juntas, nuestras temperaturas corporales, parece que hacen más fácil de llevar el invierno.

Mecía sus piernas siguiendo el compás de aquella canción muda mientras él rompía el aire con su tenue respiración, esa respiración que a menudo ella echaba en falta antes de dormirse.
Entonces él se tumbó encima de ella y comenzó a besarla; los labios de ella respondieron y un segundo después sus lenguas jugaban al pilla pilla.
Sobraron las cáscaras pronto y al poco sus cuerpos tibios se entrelazaban en un sin fin de respiraciones entrecortadas, incluso a veces lastimeras.
Entonces todo comenzó a perder poco a poco el sentido mientras que sus cerebros se embotellaban llegando ya al séptimo cielo...el cuerpo de él encima de ella, el calor que desprendían, el ritmo desacompasado de sus corazones, las miradas entrecruzadas como fuego de artillería pesada...entonces ella le mordió su hombro y arañó su espalda con saña. Luego calló el telón sobre sus espaldas y se miraron tumbados un rato. A veces ella sonreía porque deseaba estar justo donde se encontraba y eso le resultaba bastante difícil. Él le cantaba estrofas sueltas de algún poema sordo.

Después de mil palabras bonitas me doy cuenta de que sólo fueron eso, palabras bonitas y nada más.. No crees mariposas que luego se conviertan en dolor de barriga.

3 comentarios:

Romina dijo...

siempre es un placer leerte!!

Maldita Dulzura dijo...

me requeteencantaaaa

:)
muáááá

L dijo...

ay, no queda tanto para verte.