jueves, 3 de febrero de 2011





Su boca descansaba en triste mueca aunque en su comisura izquierda siempre asomaba aquella risa fácil que era capaz de hacer el mundo un poco mejor a ratos, que era capaz de hacerte creer que si tu vida tenía algún sentido era estar en ese lugar y en ese momento escuchando el dulce timbre de su voz infantil; y es que algunos días esa risa era capaz de explicar el sentido de toda la humanidad.
Sus grandes ojos claros miraban con fuerza pero sin ganas, y descubrir el secreto de lo que habia detrás era casi tan dificil como entenderla cuando se enfadaba y comenzaba a hablar en francés tan rápido que sólo podías pillar la última palabra.
Jugaba nerviosa con el jersei, aunque era algo común eso de que las manos de Olivia tuvieran vida propia y voluntad cero, incapaces de estarse quietas un segundo, siempre dispuestas a mete
rse donde no las llamaran. Su boca entreabierta dejaba intuir esos dientes a los que les gustaba morder con saña de cuatro a cinco y sus labios hacían que soñases con sus besos suaves como dedicatorias en tu espalda.
Se miró por última vez en el espejo, tocó su pelo liso, cogió el bolso y bajo al portal donde el taxi ya la esperaba...pero quién no la espera por otra parte, si lo raro es no quedarse plantado delante de su casa a veces como un Romeo pidiendo un final de cuento.

Cuando entró en el taxi dijo al dirección y se acomodó; apolló su cabeza en el respaldo, encogió las perinas y miró como afuera el paisaje cambiaba poco a poco
-Hasta nunca Marid.- susurró.
Bajo del taxi frente a la terminal del aeropuerto, cogió su maleta y su bolso y comenzó a andar perdiendose entre la gente.


Aquella fue la última vez que la ví, subida en aquellos tacones con los que tú dejarías que te pisara si quisiera, con vestido y medias negros, y su pelo moviendose lentamente mientras la nieve caia sin descanso de esa manera violenta que te hacía querer ser nieve para caer así de fácil sobre ella.
No corrí tras ella, no grité su nombre, pero su pelo todavía acaricia el viento como aquella tarde cuando la pienso.
Pese a todo ese no fue el final. Olivia sólo entiende de principios, y con esto quiero decir que cuando la conoces te das cuenta de que la historia será casi tan larga como sus piernas, porque Olivia sabe vivir en los recuerdos.

A veces todavía la sueño despierto, tumbada en la cama con un cigarrillo, caminando descalza por la Gran Vía mientras se rie, corriendo con un croisant en la mano porque llega tarde a clase. Sólo ella hacía esas cosas, sólo ella era tan suya....no era rara, sólo que Olivia hablaba el idioma del amor, ese amor que te volvía estúpido a veces, esas veces que te acercabas más de lo estipulado y te encandilaba con la sonrisa.
Porque ella, con esa risa estúpida te volvía tonto perdido mientras buscabas el camino más rapido entre su pelo para abrazar sus labios con los tuyos.

1 comentario:

Nadia dijo...

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